miércoles, 15 de mayo de 2013

Ser niño en la cárcel


Posiblemente cuando recordemos nuestra niñez pensemos en jugar en la calle, en compartir mil aventuras con primos, en los amiguitos de la guardería, en nuestros juguetes favoritos… La ley española permite que las madres que están cumpliendo condena vivan con sus hijos en la cárcel hasta que estos cumplan tres años. Gracias a la Fundación Horizontes Abiertos, fundada por el jesuita Jaime Garralda, su infancia no es tan diferente de la nuestra.

Fue el padre Garralda quien ideó junto con María Matos, presidenta de la fundación, unos centros en los que internar a estas mujeres para que sus hijos crecieran en un ambiente lo más normal posible. Con la colaboración de Instituciones Penitenciarias consiguieron que bajara la edad en que los niños estaban internos de los seis a los tres años. Además, fueron los primeros en lograr que los voluntarios pudieran entrar en los centros.



La Unidad que conozco no parece una cárcel, y es que todo está pensado para estos pequeños: La fachada es de colores, el edificio está construido en torno a un patio con columpios, arenero y hasta una mini piscina, no hay rejas y los funcionarios no llevan uniforme. Hasta para poner el pestillo a las habitaciones por la noche se espera a que los niños ya estén acostados.

Evidentemente, ser interna en uno de estos centros es un premio a buena conducta y en los que cumplen sólo la parte final de su pena o el tercer grado. La mayoría de las reclusas cumplen condenas más bien cortas por delitos contra la salud pública. En muchas ocasiones, fueron persuadidas por sus parejas, quienes están en la calle mientras ellas cargan con las consecuencias.

Horizontes Abiertos realiza diversos proyectos en las cárceles y es el Programa Kostka el que se ocupa de estos pequeños. Los voluntarios acompañan a los niños en las salidas de los sábados y domingos, en las que juegan todo el día en un parque, comen en una parroquia cercana y siguen jugando hasta las cinco de la tarde. Además, los peques celebran los cumples conjuntamente con una fiesta cada trimestre, van a la cabalgata de Reyes, se disfrazan por Carnaval y de vez en cuando hacen salidas especiales a Faunia o a alguna representación infantil. Entre semana acuden a diferentes guarderías del barrio, lo cual les permite relacionarse con otros niños y tener una formación y un desarrollo normales.

Un domingo en el parque

La Fundación está presente en centros penitenciarios de toda España, no sólo en los que viven niños. “Los voluntarios suelen estar muy implicados porque de ellos depende que salgan los niños o que los internos reciban el taller”, explica Rosario Escudero, coordinadora de la fundación. Horizontes Abiertos se compone de 700 voluntarios y 120 profesionales que hacen posibles los diferentes proyectos.

Una de las actividades especiales del programa Kostka es el campamento de verano. Durante una semana, los niños disfrutan de unas vacaciones, casi siempre acompañados de sus madres, aunque algunos solos o con sus dos padres si vienen del centro de Aranjuez. Los centros eligen qué internos pueden ir y la Fundación procura que siempre haya voluntarios ‘senior’ que hayan ido varios años.

Si algo he visto en los proyectos que trabajan por la infancia, es que los niños son iguales en todos los lugares y situaciones. Sólo son niños como hemos sido todos. Y por ser los más vulnerables merecen siempre lo mejor.




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